Nuevas formas de relación en la sexualidad humana *
La sexualidad es un parte esencial del ser humano, como lo es también la afectividad y el pensamiento. Estos aspectos han estado presentes desde el advenimiento de la humanidad. A este respecto se ha considerado que en la prehistoria los humanos tenían una práctica sexual primitiva, conocida como monogamia natural, que era muy similar a la de los animales reduciéndose a los periodos de acoplamiento. La vida en estos grupos primarios era insegura. Para subsistir tenían que enfrentarse a un ambiente hostil, en donde la caza y los frutos eran su principal medio de subsistencia, esto obligaba a una movilidad constante. A pesar de que su práctica sexual pudiera originalmente no significar una búsqueda de placer, no se puede asegurar que no haya habido una cierta afectividad o emotividad en el trato y relación con sus hembras.
Si como se ha señalado la afectividad y la razón es muy probable que acompañaran el proceso de de los orígenes de humanización no se puede considerar una mera práctica promiscua, sino una manera habitual de ser. El encuentro con otro ser semejante a él y tomar conciencia de ello es una “estricta convivencia” (X. Zubiri, EDR). No es una mera relación entre dos seres vivos sino una convivencia real. Y esto se puede considerar como una función primordial no solo de convivencia sino de cooperación para la supervivencia. Puede tomarse la referencia, aunque tenga un nivel de ficción, la historia cinematográfica de La Guerra del Fuego. Ésta no se reduce a mostrar las condiciones precarias en que vivieron los hombres primitivos neanderthales o de Cromagnon, ni las peripecias que tenían que hacer para subsistir, sino que muestra un interesante proceso de toma de conciencia de su condición humana. La relación que se llega a establecer entre la hembra, que rescataron en su búsqueda del fuego, y uno de ellos constata las posibilidades afectivas y de razón que tiene el ser humano. Una de las escenas más emotivas se ubica hacia el final de la película cuando él hombre primitivo la está copulando y ella lo lleva a tener la relación de frente y al terminar quedan abrazados, uno al otro como uno. La última escena de la película culmina el encuentro de dos seres humanos cuando él le acaricia su vientre embarazado. Es el despertar del sentimiento humano del amor.
La etapa que le sigue a la monogamia natural es la de convenencia, se ubica a partir de cuando los hombres primitivos practican la agricultura y el cuidado de sus animales, en cierta manera los gérmenes de la propiedad privada. Aquí la monogamia tenía como finalidad el cuidado de la pareja humana y en ello lo que con el tiempo se ha llegado a considerar “patrimonio familiar”. En este periodo de la civilización se ubica la concepción en torno a la mujer como dadora de vida, al igual que la tierra que engendra alimentos. Se establece una relación simbólica del misterio sexual a divinidad lo que llevó al culto la sexualidad femenina, por la referencia de la fertilidad femenina y la fertilidad de la tierra, la “madre original”. Esta idea sólo se vería desplazada, aunque no del todo, con la aparición de las religiones primero judía y después la cristiana e islámica.
Ciertamente la práctica sexual tiene sus particularidades en cada una de las culturas. En
Egipto el incesto estaba permitido y era un ritual habitual la circuncisión en la adolescencia. En Grecia era una práctica normal la homosexualidad en adultos y adolescentes ; pero las mujeres no podían andar solas, esto era un privilegio sólo de las prostitutas, que las llamaban “hetarias”. En el judaísmo, la unión del hombre y la mujer tenía como finalidad la descendencia, y las normas sobre conducta sexual que se señalan en el Antiguo Testamento son muy estrictas. Con la aparición del cristianismo parecía que esta situación cambiaría, puesto que se consideraba una religión fundamentada en el amor. Pero cuando fue reconocido como religión oficial del imperio romano uno de los cambios sustantivos que tuvo fue considerar la sexualidad como algo impuro y que llevaba al pecado.
Se puede presuponer que la relación de pareja con todo y sus formas primitivas de expresión y vínculo entre un hombre y una mujer, incluso aún cuando en algunas culturas un solo hombre tuviera varias mujeres, ha tenido como vínculo fundamental las relaciones sexuales y la procreación de descendencia,[1] lo que en un momento determinado se puede considerar la génesis tanto de la relación de pareja como del matrimonio. Estos antecedentes de relación de pareja es muy probable que llevaron a la idea de matrimonio como lo conocemos hoy, es decir una relación más formal.
Para entender un poco más la palabra matrimonio, que viene del latín matrimonĭum: en donde matris significa “madre” y monĭum, “gravamen o cuidado”, es decir “cuidado de la madre”; coincide con lo que anotamos arriba que desde tiempo remotos se ha considerado a la mujer “dadora de vida”, “protectora”, “proveedora”. La relación más formal de la pareja se fundamenta en lo que considera la familia y como parte esencial de ésta son los hijos. La unión no se reduce a la mera satisfacción física en la relación sexual sino que va más allá. Todo esto derivó en una relación formal e institucional ya sea por determinados ritos culturales y religiosos o por formas más legales.
La relación de pareja y la idea de matrimonio han ido evolucionando con el tiempo pero lo que se mantiene es la idea de una formalidad institucional o legal, reconocido no sólo por las costumbres culturales sino por diversas leyes en cada país, generalmente por medio de un contrato de donde se desprenden determinados derechos y obligaciones para ambos. No es una mera relación de partes iguales sino una unión íntima motivada por el sentimiento y el anhelo de permanecer juntos, de hacer una vida común. Ciertamente en momentos y situaciones históricas el matrimonio ha sido un mero pretexto o formalidad, pero en cierta forma lo que se ha venido imponiendo es el sentimiento humano del amor que ha sido fundamental en la lucha de muchos hombres y mujeres por el derecho a decir con quien casarse o formalizar una relación.
Pero… ¿el matrimonio es un modelo único de relación de pareja? ¿Lo es también sólo entre un hombre y una mujer? ¿Es posible pensar esto de una manera distinta? Sthepanie Coontz deja entrever esta preocupación al afirmar que no es nada fácil pensar que el matrimonio es “un modelo único y universal para alcanzar el éxito o la felicidad”.[2] Lo que permanece dentro del matrimonio es la relación de pareja en una búsqueda de satisfacción mutua de sus necesidades psicológicas y sociales. “Los individuos quieren que el matrimonio satisfaga una gran parte de sus necesidades de intimidad y afecto y todos sus deseos sexuales”.[3]
Pero no todo es felicidad y armonía en la relación de pareja o en la vida matrimonial. No hay duda que en muchas relaciones se vive ese estado ideal, pero también hay rupturas, crisis, reencuentros y reconstrucciones en la relación de pareja. Por otro lado hay nuevas formas de expresión de la sexualidad, de relación de pareja o de uniones que también aspiran a un estilo de vida aceptable en la sociedad. Un ejemplo de ello son las relaciones poliamorosas en donde tres o más hombres y mujeres mantienen una relación amorosa y de sexualidad.
Las relaciones de pareja y la práctica de la sexualidad ha cambiando a lo largo de la historia de la humanidad. Hoy se habla de identidades sexuales, de nuevas formas de relación, de una mayor equidad de hombres y mujeres en la sociedad. Los escritos que componen esta obra tienen la finalidad de ofrecer elementos para la reflexión sobre los retos que plantean las diversas expresiones sexuales, la manera en que se vienen conformando las nuevas formas de relación de pareja, de unión o matrimonio; la búsqueda de una identidad personal en una sociedad cambiante.
El objetivo de esta obra es ofrecer una serie de reflexiones sobre la evolución de las relaciones de pareja, sobre la problemáticas que surgen dentro de la familia y en la sociedad. Así Juan Carlos Campero Crosswell en Género como indicador de cambio social, invita a reflexionar sobre el concepto de género como una forma social, conformado por estereotipos de hombre y mujer. En cierta forma esta idea permanece en muchos sectores de nuestra sociedad.
El artículo Masculinidades: Hegemonía e inequidad de Edgar Antonio Navarro Garfias permite reflexionar sobre la idea de “masculinidad”. Toca algunos aspectos de lo que considera “masculinidades” y a la vez refiere a cómo esta idea tradicional promueve problemáticas de salud física y mental. Considera que la desigualdad de género afecta a hombres y mujeres en sus relaciones como pareja y en la influencia que tienen con sus hijos desde la forma de vida que tienen.
Miguel Ángel Méndez García aborda la problemática de las enfermedades de transmisión sexual, en concreto el VIH, y los roles sexuales de los hombres y mujeres que han tenido cambios en los últimos años. Afirma que el concepto de familia se ha enriquecido para abrazar y comprender formas distintas de relación con el otro que incluye hijos, familiares, entre otros. Y en ello las enfermedades personales o de la pareja son oportunidades para replantear sus planes de vida. Toma de decisiones en la pareja en crisis
Por su parte María Antonia Cerna Trujillo y Laura Elena Martínez Lara tratan sobre la reconstrucción de la familia en Familias ampliadas o reconstruidas: Mitos, falacias y realidades. Un fenómeno social que, con todo y los valores y costumbres tradicionales, es una posibilidad real y cada vez más presente. Una reconstrucción que no se puede dar sólo por la muerte de uno de los cónyuges, sino por la disolución de un matrimonio ya sea por el divorcio o la separación. En muchas ocasiones la nueva pareja tiene que hacer frente a los mitos y falacias presentes en la cultura y sociedad, fruto de los valores y costumbres tradicionales en torno a la idea de la familia. El artículo ofrece elementos para reflexionar sobre los mitos presentes y asumir el reto de comprender y aceptar las formas nuevas de relación familia.
En Diversidad sexual María Enriqueta Ruíz Esparza trata un tema de actualidad no sólo como una expresión social sino en el entorno familiar. Centra su análisis en la apreciación de la homosexualidad y los cambios que han evolucionado el concepto y su aceptación social hasta alcanzar el reconocimiento del matrimonio homosexual en el Distrito Federal. Se refiere someramente a los mitos en torno a la homosexualidad y sugiere que la educación hacia la diversidad social habría de empezar desde la infancia y en seno familiar.
En esta misma línea el reconocimiento de los matrimonios entre personas del mismo sexo exige una reflexión, así María Isabel Barranco Lagunas en Familias homoparentales: entre el prejuicio y el reconocimiento social trata esta nueva forma de familia y de relación de pareja. Resume rápidamente la lucha social y política que se ha dado en torno a esta realidad social y trata la situación de la familia homoparental en México.
Sean estos textos una invitación al tratamiento y reflexión de temáticas presentes en la realidad familiar, cultural y social de nuestro país.
* Por el Mtro. Andrés Navarro Zamora
[1] Edward Westermarck, Historia del matrimonio, Trad. Isabel de Palencia. Barcelona, Laertes, S. A. de Ediciones, 1984, p. 9
[2] Stephanie Coontz, Historia del matrimonio. Cómo el amor conquistó el matrimonio. Trad. Alcira Bixio. España, Editorial Gedisa, 2066, p. 43.
[3] Idem.
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